domingo, 11 de julio de 2010

Mandela y la Copa del Mundo de Rugby de 1995

Mandela y la Copa del Mundo de Rugby de 1995

Escrito por Fko
18 Noviembre 2007

En tiempos de la Guerra Fría en lo único que estaban de acuerdo rusos, americanos, chinos, el mundo entero, era que lo de Suráfrica resultaba intolerable, una barbaridad.

Ni un solo país hizo algo al respecto. Ni una sola organización internacional.
Fue un hombre el que se lo propuso. Nelson Mandela. Y se valió de uno de los mayores eventos deportivos a nivel mundial. La Copa del Mundo de Rugby.

El país más dividido del mundo

El apartheid venía siendo practicado en Sudáfrica por muchos años, un fenómeno de segregación implantado por colonizadores holandeses Bóeres en la región. Pero no tomó forma jurídica hasta 1948, al ser respaldado por leyes promulgadas a tal efecto. Ese año el radical Partido Nacionalista ganó las elecciones en una coalición con el Partido Afrikáans, dirigido por el pastor protestante Daniel François Malan.



El apartheid (“segregación”) consistía básicamente en la división de las diferentes razas para promover el desarrollo. Todo este movimiento era dirigido por la raza blanca, quien instauró todo tipo de leyes que cubrían en general aspectos sociales. Se hacía una clasificación racial de acuerdo a su apariencia, a la aceptación social o a su descendencia.

Una ley promulgada en 1950 reservaba ciertos distritos en las ciudades donde sólo podían ser propietarios los blancos, forzando a los no blancos a emigrar a otros lugares. Las leyes establecieron zonas segregadas tales como playas, autobuses, hospitales, escuelas y hasta bancos en los parques públicos. Los negros y demás gente de color debían, por otra parte, portar documentos de identidad en todo momento y les era prohibido quedarse en algunas ciudades o incluso entrar en ellas sin debido permiso.
Mandela

Este nuevo sistema produjo revoluciones y resistencias por parte de los africanos. Surgieron movimientos como los de Nelson Mandela, líder pacifista a quien su oposición al apartheid le costó 28 años en prisión.

Salió de la cárcel en 1990 y el país se encaminaba hacia una guerra civil, una inevitable una carnicería racial. En 1994 fue elegido presidente, el primero de raza negra en la historia del país. Su primer reto fue evitar que la enorme cantidad de blancos profundamente descontentos con la situación no creasen un frente terrorista que pusiera patas arriba el país, evitar una contrarrevolución blanca, sabedor de que la mayoría sabía usar las armas y fabricar bombas.

Mandela estaba obsesionado con hacer de Sudáfrica el país de todos: blancos y negros. Y un año después de su llegada a la presidencia les tocó organizar el Mundial de rugby.
El Mundial

El rugby no sólo ha sido un deporte exclusivo de blancos. El surafricano negro detestaba el rugby, lo consideraba un símbolo del opresor blanco, al mismo nivel que la bandera y el himno. Era la pasión de los blancos dominantes, lo que les daba su identidad.

Mandela tenía la certeza de que el deporte moviliza las emociones de la gente de una manera que ningún político puede siquiera acercarse. Se planteó lo siguiente: “¿Qué es lo que más les importa a los blancos? ¿Su religión? ¿Su Dios? Sí, pero también el rugby. A ver si somos capaces de utilizar esa pasión para unificar el país”.

Faltaba un año para el Mundial cuando llamó a su despacho al capitán de la selección, Francois Pienaar, formada únicamente por blancos. Mandela le pidió ayuda para lograr que los negros se identificaran con la selección de rugby. Desde entonces, Pienaar y sus compañeros se manifestaron siempre de una manera políticamente correcta, nadie desentonó, todos colaboraron. El mensaje de Mandela caló tan hondo que el equipo aprendió un nuevo himno, en lengua zulú. Era el himno que se cantó durante décadas en las manifestaciones de los negros contra los blancos.

“Antes del partido inaugural vino a nuestra sesión de entrenamiento en Silvermines en Ciudad del Cabo para decirnos, hola, lo trajo un helicóptero y nos saludo a todos”, dijo Pienaar. “Lo llamábamos Madiba Magic, él tenía la magia, tenía el aura. Yo estaba impactado por su humildad”.

Mientras tanto, Mandela se esforzaba en convencer a los suyos de que el equipo también les pertenecía. Se topó con dificultades en su propio partido y con gentes de su raza que bajo ningún concepto apoyarían a la selección de rugby.

Durante el Mundial, los blancos celebraban cada triunfo con locura, mientras los negros no se interesaban. Pero el equipo empezó a ganar y se fueron entusiasmando. Cantando el himno zulú. Pero nunca pasaron de mirar con cierta simpatía a un equipo básicamente blanco (en el quince de Suráfrica sólo había un no blanco, Chester Williams, que era mulato).

En la semifinal contra Francia, el 17 de junio en el Kings Park Stadium (Durban), Suráfrica ganó 19 a 15 en un final agónico. Cuando el árbitro pitó el final del partido, los negros estaban más enloquecidos que los blancos.

En la otra semifinal, Nueva Zelanda aplastó a Inglaterra por 29-45. Los neozelandeses eran la mejor selección del mundo con diferencia, quizás la mejor de la historia. Comandados por el mejor jugador de la historia del rugby, Jonah Lomu. A su extraordinaria calidad le añadían la bestial motivación que les da el rugby, que es su identidad deportiva en el mundo. Inglaterra era un equipo fuerte y respetable y lo arrasaron. Fue como un partido entre adultos y niños.

Todos coincidían en que los Springboks (como se conoce a la selección sudafricana) no tenían ninguna posibilidad de ganar la final a Lomu y sus compañeros. Eran literalmente imparables, nunca se había visto una cosa igual.

El día del partido

Esa mañana Mandela se despertó inquieto: ¿habré hecho lo suficiente para convencer a los blancos de que estoy con ellos, que soy su presidente, que estamos todos juntos ahí? Y decidió llamar al presidente de la federación para que le trajera una camiseta de los Springboks, de color verde, el color de la opresión blanca. Y que esa camiseta llevara el número 6, el de François Pienaar, el capitán.

Una hora antes del partido, Mandela llegó al estadio. La tensión era descomunal en todo el país. En Soweto los bares estaban repletos de negros a los que antes nunca interesó el rugby (durante los tiempos del apartheid, Soweto fue construida con el fin de alojar a los africanos negros que hasta entonces vivían en áreas designadas por el gobierno para los blancos).

Y llegó la hora de los himnos. Mandela debía bajar a saludar a los jugadores. Y se puso la camiseta de Pienaar. Con ella saludó uno por uno a los jugadores, lo que produjo un silencio absoluto, unos segundos para la historia. Hasta que estalló un clamor: 72.000 personas rompieron a gritar: “¡Nelson, Nelson!”. El noventa y cinco por ciento blancos.
Fue uno de los momentos más gloriosos del siglo XX.

“En ese momento nos dimos cuenta que había un país entero detrás nuestro, y que este hombre tuviera puesta la camiseta de los Springbok era un signo, no sólo para nosotros, sino también para toda Sudáfrica, que tenemos que unirnos, y tenemos que unirnos hoy”,

comentó el medio melé Joost van der Westhuizen.

Y el capitán François Pienaar:

“Yo nunca me imaginé que él iba a estar allí, y nunca en mi vida pensé que iba a usar la camiseta de los Springbok. Y él estaba allí con toda su aura. Él sólo nos deseó buena suerte, eso es todo lo que dijo. Luego se dio vuelta y ahí estaba el número seis en su espalda, ¡y ese era yo! Estaba tan emocionado que no podía cantar el himno, estaba muy emocionado y muy orgulloso”.

Pero no fueron sólo los Springboks los que quedaron afectados por el hecho de que Mandela vistiera una camiseta que durante mucho tiempo había sido un símbolo para los hombres blancos en Sudáfrica, lo mismo ocurrió a los All Blacks en aquel famoso día en el Ellis Park.

“Fue verlo caminar hacia el estadio vistiendo la camiseta de Francois y escuchar a 72.000 personas empezar a aclamar: Mandela, Mandela… entonces nosotros 15 mirábamos, y pensábamos ‘¡Dios, como vamos a hacer para ganarles a estos animales!”,

admitió el capitán Sean Fitzpatrick.

Inclusive Jonah Lomu, el Jugador del Torneo que sin ayuda había destruido a Inglaterra en la semifinal, comenzaba a tener dudas de que pudiera ser, sólo pudiera ser, que ese no fuera el día de Nueva Zelanda.

“Primero te intimida darle la mano a Nelson Mandela con la camiseta de los Springbok, y te hace sentir que toda la presión estaba sobre nosotros porque ellos tenían a Nelson Mandela de su lado, tenían finalmente un país unido después de años de lucha… ese día todos estaban unidos”.
La final

Varios jugadores sudafricanos comentaron que ese día su consigna fue un rotundo “¡No pasarán!”. A poco de empezar, el placaje de un pequeño surafricano tiró por los suelos al gigante Lomu. Todo era posible.



La línea surafricana resultó inexpugnable. “Jugamos para Mandela”, confesaron los jugadores. No hubo ni un solo ensayo, todos los puntos llegaron por patada. Los dos equipos dejaron todo en el campo y se anularon mutuamente. El partido acabó 9-9. Los aperturas Joel Stransky y Andrew Mehrtens convirtieron todos los puntos de los Springboks y los All Blacks respectivamente.



Nueva Zelanda se adelantó en la primera parte de la prórroga, 9-12. Stransky igualó. Mandela reconoció que jamás en su vida había estado tan tenso. Ni cuando lo iban a condenar a muerte. A falta de siete minutos para el final, con un drop, Joel puso el 15-12 para Sudáfrica.

“Fueron los minutos más largos de mi existencia; ellos eran los mejores del mundo, en siete minutos podían hacer cualquier cosa”,

confesó el presidente. No lo hicieron; aquel día nadie podía detener a Sudáfrica. Y el país enloqueció.

La entrega de la copa

La imagen de Mandela entregando el trofeo a su amigo Pienaar se transformó en una de las imágenes del siglo XX, con su camiseta verde y el estadio gritando “¡Nelson, Nelson!”. Mandela le dijo a Pienaar:

“Gracias por lo que habéis hecho por nuestro país”.

Y éste le contestó:

“Esto no es nada comparado con lo que ha hecho usted por nuestro país”.

Blancos y negros festejaron juntos, ese día se acabó la extrema derecha en Suráfrica, se acabaron las bombas, se consolidó la democracia y comenzó la estabilidad surafricana. La imagen de Mandela y Pienaar con la copa simbolizó nada menos que el fin del apartheid.




Epílogo:

Tres años después, en 1998, Mandela creó una comisión para investigar a dirigentes que se resistían a integrar a los negros. Aún hoy, el rugby sudafricano mantiene algunas viejas políticas de discriminación.Este año, durante el Mundial de Rugby, Mandela, que ya no es presidente, visitó a sus amados Springboks, que cuentan con siete jugadores negros en su plantel de 30.

“La magia de Madiba puede durarle a uno más que siete semanas*, puede durar toda la vida”,

dijo, emocionado, el actual capitán, John Smith.

* El mundial de rugby dura 7 semanas

Y Sudáfrica volvió a ganar. Cantando el himno zulú con la misma emoción con que los argentinos, franceses o ingleses cantaban el suyo. El mejor jugador del torneo fue Bryan Habana. Sudafricano. Negro… jugando de ala, la posición de Lomu.


Fuente: http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=671198

miércoles, 7 de julio de 2010

Crisis Mundial... desde otra perspectiva / Gabriel García Márquez


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora mayor que tiene dos hijos, uno de 19 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación.

Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
'No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo'.

El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
'Te apuesto un peso a que no la haces'. Todos se ríen. El se ríe.

Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla, Y él contesta: 'es cierto, pero me he quedado preocupado de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo'.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, feliz con su peso y le dice: Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
¿Y por qué es un tonto?,
Porque no pudo hacer una carambola sencillísima, según él preocupado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Y su madre le dice:
No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

Una pariente que estaba oyendo esto y va a comprar carne y le dice al carnicero:
'Deme un kilo de carne', y en el momento que la está cortando, le dice:
Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado'.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice:
'mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas'.
Entonces la vieja responde:
'Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos...'
Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.
Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde.
Alguien dice:
¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
Sin embargo, dice uno, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.
Sí, pero no tanto calor como hoy.
Al pueblo todos alerta, y a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
'Hay un pajarito en la plaza'. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.
Pero señores, dice uno siempre ha habido pajaritos que bajan aquí.
Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
Yo sí soy muy macho, grita uno. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve.
Hasta que todos dicen:
'Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos'.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
'Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa', y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado:
¿Viste m'hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?

Esto es lo que en sociología llaman "la profecía autocumplida" o "el efecto Pigmalión".

Por eso:

· No hagas caso del rumor.
· No seas un instrumento para crear el caos.
· Lo negativo atrae a lo negativo
· Sé POSITIVO.
· Tratemos de construir con visión de futuro y no de destruir lo que tenemos.