lunes, 21 de diciembre de 2009

"Me caí del mundo y no sé por dónde se entra"

Por: Eduardo Galeano

(Para mayores de 30)


Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.


Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.


¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.


¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.


¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!

¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!


¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.


¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.


¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?

¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?

¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?

¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.


El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!


¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII) No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.


Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'.Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Aunque el coche que tengas esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo !!!! Pero por Dios. Mi cabeza no resiste tanto.


Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.


Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.


Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?


¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?


En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos. ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!


Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!


Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.


Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.


Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!


Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.


Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.


Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado

martes, 8 de diciembre de 2009

EL CELULAR Y LA LITERATURA: AC (antes del celular) y DC (después del celular)

Anoche le contaba a la Niña un cuento infantil muy famoso, Hansel y Gretel. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice justo en ese punto: 'No importa. Que lo llamen al papá por el móvil'.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura si el teléfono móvil hubiera existido siempre. Cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer y qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector ahora mismo, en una historia clásica.

Muy bien. Ahora ponga un teléfono móvil en el bolsillo del protagonista. Un teléfono con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda. ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, chatear, hacer videoconferencias y enviarse mensajes de texto?

Nooo, no funciona un carajo.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que Ulises regrese del combate y Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.

Un enorme porcentaje de las historias de veinte siglos atrás, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Existieron gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor hubiera sido trágica si los amantes hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa. La historia romántica Romeo y Julieta, basa todo su dramatismo en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

"M HGO LA MUERTA , PERO NO STOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCES. BSO.OK ? "

Y las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.

Muchas obras importantes hubieran tenido que cambiar el nombre por otros más adecuados. Por ejemplo la novela de García Márquez "Cien años de soledad" se llamaría 'Cien años sin conexión' y narraría las aventuras de una familia en donde todos tienen el mismo nick pero a nadie le funciona el messenger (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmorni g).

La famosa novela de James M. Cain -'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.

La bruja del clásico 'Blancanieves' no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo', porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90¤ la conexión y 0,60¤ el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

Todo el cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

La telefonía inalámbrica nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.

Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora? No. Le enviaremos un mensaje de texto. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador.

"Nuestras tramas están perdiendo el brillo porque nos hemos convertido en héroes perezosos".

"La belleza es ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica".

"La vida no es esperar que pase la tormenta sino aprender a bailar bajo la lluvia".
 
 
 
Texto obtenido de un share en facebook... no reclamo autoria por el! no es mio... solo lo comparto!!!

LA PREGUNTA DEL MILLÓN

Hoy es uno de esos días que me desperté con 2 pies izquierdos, el apellido atravesado y ganas de cachetear al planeta.


Hoy es de esos días, que no es “esos días” en los que suelo culpar a mis hormonas de mi malhumor.

Es un malhumor de esos tipo contagioso, que se que quien me mire va a adquirir por osmosis la ira que tengo y que no le encuentro razón…

En otras oportunidades he escrito sobre mis sobrinos y mi relación con ellos, a veces es estrecha, cómplice, amistosa y a veces (la mayoría) la típica relación de tía-sobrin@s, muy diplomática y de respeto mutuo casi en tercera persona, es mas yo la llamaría impersonal.

El problema surge cuando mis sobrinos se enferman… y yo no soy médico, no soy enfermera, a veces ni estoy cerca de ellos, pero igual la angustia es tal que me ahoga, me mortifica y me afloja los tornillos… hasta discuto cual madre con otras madres (mis hermanas) que es a quienes afecta la dolencia de sus chamos.

El hecho es que lo he dicho a viva voz, en privado y en público, y lo sostengo… hay quienes nacieron para ser madres y otras para ser tías y yo estoy en el grupo de las tías perpetuas.

No conforme con que esté angustiada porque en esta oportunidad es un virus tropical el que afecta a mi sobrino y el instinto maternal del que tanto reniego me aflora (y de hecho creo que carezco del gen de la maternidad si es que eso existe)

Mi relación con la maternidad se remonta a mis veintes, o sea década y media atrás vengo batallando con este dilema, que para mí ya es un hecho…

Recuerdo haberles contado que fui destronada a los 20 por mi sobrino, crecí en una familia felizmente disfuncional de la cual estoy cada día más orgullosa, porque me doy cuenta que pese a lo que digan los psicólogos, soy más normal que muchos que se han levantado en familias “típicas”.

Después del destrone, me atropello la realidad de que mi mejor amiga en la Universidad estaba embarazada y su vida cambio radicalmente, esto iba en paralelo con mis planes de boda.

En ese entonces, teniendo este record de sentimientos encontrados: querer hablar tonteras con mi hermana y ella no podía por tener que atenderle a su hijo, y mi amiga teniendo que hacer trabajos y estudiar para exámenes en paralelo con batir el tetero y sacar los gases a su nena, pues fue fuerte y me dije… voy a esperar y así fue, de hecho con quien fue mi esposo llegamos al acuerdo de no tener familia hasta “más adelante” cuyo mas-adelante nunca llego, pese a mis intentos fallidos por embarazarme en contra de mis convicciones pero con la esperanza de salvar un matrimonio destinado al fracaso.

A estas alturas tanto mi hermana como mi amiga tenían par de críos cada una y sus vidas totalmente avocadas a levantar a sus hijos, de repente hubo un baby boom! Conocidas, amigas de mis amigos, extrañas, por doquier había mujeres embarazadas y yo mirando como gallina que mira sal.

El asunto es que con los años, los hijos de mis amigas y familiares así como crecen se multiplican y ya las reuniones se convierten en lo que yo llamo “convenciones Graco” haciendo alusión a los coches de esa marca que todo el mundo usa.

Es difícil a mi edad encontrar en un grupo, un tema de conversación que no sea: cólicos, la dentición, los tropiezos de primaria, secundaria o universidad, la guardería, el disfraz, en fin… la vida de quienes me rodean giran en torno al un eje, sus hijos y ahí viene el titulo de esta nota… siempre pero siempre sale un impertinente diciendo… Y tú para cuando? Mira que ya vas para tal edad y los hijos es lo único que nos queda! Y lo afirman con la seguridad que les da el carajito que sostienen en sus brazos o al que le acaban de dar el jalón de orejas. Yo les digo lo mismo todo el tiempo… NO QUIERO TENER HIJOS, soy feliz siendo TÍA y es la verdad, soy tía perpetua!

Y de repente aparecen largos periodos de soledad social, cuando no encajas en ninguna fiesta a la que fuiste invitada pues vas sin los accesorios de rigor: el esposo (entiéndase: marido, mari-novio, amigo-con-derecho, pegoste, etc.) y el hijo… me tocó más de una vez ir con mis sobrinitos como accesorios hasta que llegaron a una edad en la que ir a una fiesta con un adulto esta como que mal visto entre su círculo de amistades pre-púber o adolescentes.

Es entonces cuando me encuentro con cosas como una artículo publicado en el suplemento de prensa nacional dominguera, y digo COÑO! Tengo razón! O sea es algo de conciencia colectiva, no todos tenemos el afán inefable de no morir solos, de dejar nuestra huella en el planeta, pues YO la dejo a mi manera y si no me recuerdan después que muera que zipotes! Como si me importara! No me importa estando viva, pues menos me importara después de muerta. …(chiste chiste… este finde le dije a mi sobrina… si muero vas a ir a mi funeral? Y la niña con cara de asombrada como quien no sabe que decir y no querer quedar mal me dice: claro tía… y yo le respondo: gafa! si vas o no es tu problema yo igual no voy a saberlo! jijijii)…

La gente hace las cosas más inverosímiles, y esto es relativamente nuevo (o bueno para mi lo es) desde fertilizaciones con una probabilidad super baja y un costo astronómico, hasta adopciones a ciegas y casi compra de hijos solo con la esperanza de ser llamados: papa, mama… y donde queda entonces uno?

Yo respeto la posición de cada quien respecto a la maternidad/paternidad cómo no!, aplaudo al que quiera serlo, pero porque se tienen que meter conmigo? O sea mi punto es: si no he tenido, por algo es? Tendré que inventarme una falsa realidad? Una enfermedad hormonal?, Una falla mecánica en mi cuerpo? Porque no entienden que así como me encanta que ell@s hayan hecho de su vida un saco y se hayan metido, yo también hago con la mía lo que quiero…

Y ya sé que se estarán diciendo o querrán decirme: cuando te ha importado lo que piensen los demás? Bueno ahí les va mi respuesta: Coño, no es lo tanto, sino lo seguido de la preguntica y fastidia el temita… y no es solo a mi… sino a todos los que por alguna u otra razón no tiene descendencia.

En realidad es una pregunta incomoda, estoy maquinando responderle con una pregunta bien embarazosa a una conocida mía que cada vez que me ve sale con lo mismo… Amig@s, si no tienen algo grato que decirle a alguien mejor quédense callados…

En fin, en mi opinión muy personal y que la comparto con el redactor del artículo que mencione, quizás todas las cosas que hacen por tener hijos sean con el objetivo filantrópico de tener una mejor generación de relevo, con valores inculcados por padres deseosos de tenerlos y con un amor con el que, según esos padres to-be no crecieron. Que serán el pilar de una nueva sociedad y tal… perfecto me encanta su punto pero sáquennos de sus planes a los que no queremos clonarnos por favor!

El asunto es que la rabia de hoy se me paso mientras escribía y ahora si puedo darle gracias a Dios por haberme dado sobrinos y no hijos, porque de verdad, no está fácil eso de ser padres… si la angustia que sentí siendo tía es tal, como se sentirá una madre al ver un termómetro marcando 40°C? y la responsabilidad del bienestar de esa criatura!!! Las tías somos lo máximo… estamos cuando nos necesitan pero volvemos a nuestra realidad más rápido que las madres que tienen que bajar esa montaña de sentimientos y mortificaciones con el hijo a cuestas.

Cabe destacar, admiro muchisimo a todas las mujeres y algunos hombres (los que se ganan el titulo de padres que no son muchos) que tienen hijos, pero por favor si no comparten una opinión al menos respetenla!