miércoles, 18 de noviembre de 2009

El pellizco inolvidable…

Ser la hija menor de un segundo matrimonio fallido y con par de hermanas con 14 y 16 años respectivamente mayores que yo, ni modo, toco ser la consentida de la casa…

Año tras año, nunca hubo un golpe, en una época en que a los niños no se les aplicaba psicología, en esos tiempos la terapia para corregir las malcriadeces era una buena nalgada, y como decían los sabios viejos “una nalgada a tiempo ahorra muchos dolores de cabeza a futuro” pues eso conmigo no iba, yo era la princesa del cuento, la niña de cristal intocable, hacia, deshacía (dentro de las posibilidades tecnológicas del momento), sin embargo, llego un día, o mejor dicho, el día… el día que nunca pensé.

Siempre fui caprichosa, para mi mama era un suplicio salir conmigo porque de todo me antojaba, pero llego un día sublime para ella y toda la familia, nada menos que la graduación de mi hermana mayor en OU, pues, como en todas las ocasiones mama se cercioro que yo estuviera alimentada, hidratada y llevo consigo una manzana y algo de agua por si me antojaba…
Llegamos al recinto cuya capacidad supera los 80000 puestos, y obviamente íbamos a ver la entrega del título a mi hermana a muuuuuucha distancia, habían cientos de graduandos, de todas las carreras habidas y por haber , cortas, medianas, largas, Msc’s, doctores y lógicamente era un acto muy largo como son todos, en ciertos momentos mama me llevaba a caminar un poco mientras esperábamos que llegaran a Ingeniería Química que era el lote donde estaba mi célebre hermana.

Regresando de una caminata en la que me antoje de ir al baño y mama me lleva pero muy pendiente de lo que sucedía en el entorno, regresamos al recinto sin mayores contratiempos. Una vez sentados junto a los suegros de mi hermana, mi abuela, mi cuñado y los 80 mil restantes, se me ocurre la genial idea de decir… “mama, ahora tengo hambre” y casi armo el eterno show antecedido por el puchero infinito cuando siento de repente que en mi brazo muy cerca del hombro, los dedos índice y medio de mi madre haciendo una pinza y al tiempo que hacia presión hacia mi piel decía: si llegas a pedir algo mas en este momento lo vas a lamentar! Momento preciso fue para cerrar el puchero, hice silencio y hasta allí recuerdo porque el susto de haber sido agredida con tal sutileza, funciono como si me hubieran puesto valium en las venas… me dormí hasta que termino el evento… ni proteste… nada solo me dormí… el pellizco aun lo recuerdo…! Funciono!

Y solo lo supimos mama y yo hasta que años después lo contamos como un jocoso recuerdo de mis rubieras infantiles!

1 comentario:

Romina dijo...

era otra epoca José, si pasara eso hoy en dia nos denuncias ante la LOPNA y demas, pero en esa epoca, ni pio!