sábado, 21 de noviembre de 2009

Las casitas Licar



Era mediados de los 80’s

Vacaciones escolares mezcladas con las del trabajo de mi madre, junto a Mamaida emprendimos viaje a Margarita…

Pero mi Mamá, que juraba ser la Valentina Quintero de la época, se arriesgo a llegar a un sitio distinto esta vez, nuestra nueva casa por las próximas 3 semanas iban a ser las “Casitas Licar” si, así como suena… eran unas casitas que se ven en las postales de la playa de la bahía de Juan Griego, justo frente a la playa, solo cruzar la calle y allí estaba, la bahía, ojo, pero no donde están los pescadores no! La otra que queda al lado de la montaña que separa a Juan Griego de Playa Caribe (eso fue hace tanto tiempo que no había acceso entre un punto y otro!)

Las casitas eran unas mini-casas, había servicios básicos, pero todo muy rudimentario, no TV, no agua caliente, solo: luz, nevera, agua normal, cocina a gas y ventiladores, una sala-comedor-cocina, un baño-lavandero y 2 habitaciones, una con vista al mar y la otra con vista a la laguna de los mártires. Ooooosea! Un poquito deprimente, pero al menos al frente teníamos el mar! Que rico se veía todo eso.

Los días pasaban sin alteraciones, la rutina era salir a la playa supervisada por Mamaida o Mamá, intentar meterme al mar, cosa que era imposible hasta casi las 3 de la tarde porque el agua era helada, pero según mi Mamá era “terapéutica y medicinal” aun no me explico que se puede curar uno metiéndose en un agua tan helada!

Las tardes las pasábamos jugando cartas Mamaida y yo e invitábamos a Mamá a jugar ludo.

Era una época en la que las opiniones de los niños no contaban mucho, además que mas podía pedir, salí de la selva! Suficiente emoción tener la playa sola para mí, eso sí, ya estaba más grandecita y no me antojaba de cada bobada que se me cruzara.

Pues una mañana mapa en mano, Mamá amaneció como que con ánimos de manejar hacia la laguna de La Restinga, en viajes anteriores con mis hermanas había ido, pero para mí era una novedad (con razón, a los niños cuando se les lleva de menos de 5 años no aprecian nada! Es mi opinión, si quieren no la compartan pero agradezco la respeten ;)…), según el mapa en algún momento íbamos a ver las tetas de María Guevara… en mi ignorancia infantil me preguntaba, ¿para que yo quiero verle las tetas a esa señora? Y resultaron ser par de montículos de tierra, uno sin pico, o sea no tenía pezón y el otro entero, pero de tetas no tenían nada.

Una vez en el Parque Nacional tomamos la lancha, y me pareció que todo era feísimo, horrible lo negro del agua al principio del paseo, los famosos túneles de los enamorados, de la paz, de la que se yo, yo no veía túneles por ningún lado, el margariteño que nos echaba el cuento de lo que había pasado por allí, y porque se llamaban así, realmente YO no le entendía nada, ni pio… llegamos a los manglares donde el agua estaba más clarita, se veían los corales y a lo lejos una que otra garza, algún cormorán y ahí mejoro la cosa… llegamos a la playa… y yo esperaba una playa playa, o sea arenita, y agua clarita, pues NO, eso no era lo que había, era un cementerio de conchas y con lo que yo detesto caminar descalza fue más que un suplicio, rentamos un parasol y si me extraño que vendían en vez de flotadores tobos, si TOBOS, como los de lavar las mopas, eeesos mismos… y me preguntaba ¿con que objetivo? Pues mamá se hizo de un par de tobos y yo como estaba ya con mi cara de cañón, incomoda y molesta por la playa que no era tal, la travesía por túneles inexistentes y demás decepciones no me moví del parasol, al rato llegan Mamaida y Mamá con sus tobos a medio llenar y no saben que traían… Guacucos! Si efectivamente, me entusiasme y vaciamos uno de los tobos y con Mamaida me fui a cazar guacucos con los pies, enterrando los dedos en la arena y al sentir algo como una piedra, se hacia una pinza con los dedos y salía el premio, Un Guacuco! En eso seguimos hasta que el lanchero nos dijo que ya era hora de regresar, y lo hicimos por el camino corto, o sea cero túneles falsos, cero corales, todo ‘reito’! Como hicimos no sé, pero llegamos extenuadas a la casita con nuestro tesoro de guacucos, ahora la pregunta del millón… que hacemos con esto??? Mamaida, que era una cocinera experta no tenía ni idea que hacer con semejante arsenal de moluscos, el silencio reinaba mientras por otra parte Mamá se daba una ducha y nosotras pensábamos en aquel silencio…

Sale Mamá del baño y dice: no aguanto más, necesito que le lleven a un hospital o algo, no aguanto el dolor en el brazo… Mamaida y yo con cara de ¿que? y ¿quien te va a llevar si la que maneja eres tu? Pues resolvimos llamar al conserje de las casitas que la llevara al hospital y le mandaron unas cremas, masajes y que enterrara el brazo en arena caliente, etc… tan amable el Sr. Chipi (era como le decían) y su esposa se portaron muy bien y en vista de eso y el dilema de Mamaida y su inopia ante la adecuada preparación “algo” con guacucos, a modo de agradecimiento le regalo los 2 baldes que tanto trabajo nos costó recoger en la playa de La Restinga!!! Pero el favor hecho lo valía.

Los días subsiguientes pasaron con la terapia de mi Mamá, acostada en la arena hirviente y el brazo enterrado para luego zambullirse en el agua helada de la bahía (esa es según una de las propiedades medicinales, será que no conocían los opiáceos?) y con eso se le iba a ir aliviando el dolor, pero paso un vendedor de “raspaos” y las 3 pedimos nuestros respectivos raspaos con leche condensada y demás, mi Mamá se sentó para comerse su refrescante antojo cuando de repente pum! Cae un coco seco de una mata cercana, y le cayó justo sobre el raspao que sostenía que era la mano del brazo del dolor… conclusión, se multiplico el drama…

Pobre Mamá y sus dolores, tanto era el dolor entre la mano y el brazo que ya ni los analgésicos que le mandaron le hacían nada, ni los masajes la mejoraban, hasta que Mamaida se le ocurrió hablar con un pescador que le ofreció una “botella” con un preparado “mágico” que le iba a aliviar ese dolor, recuerdo que olía a ron, pero había que dejarlo toda la noche al sereno antes de aplicárselo, efectivamente así ocurrió, al día siguiente se le aplico el liquido destilado en cuya botella reposaban palos y conchas y Mamá amaneció como si nada hubiera pasado, solo el raspón del coco en la mano.

En vista de que el fin de semana Rocío y Olguita decidieron ir a Margarita de compras pero por avión, Mamá que ya estaba mejor dijo: ah bueno vamos a ver monumentos y sitios históricos, mapa en mano!

No sé si les dije que esta travesía también fue en el Volkswagen ’73 Super Escarabajo! Pero bueno así fue.

El Fortín de la Galera… tercer trauma margariteño mío, porque el primero fue el de las tetas de María Guevara, el segundo fue el de la playa-no-playa de La Restinga, en fin prosigo… subiendo hacia el Fortín, se trepan en los estribos del VW y casi se meten por las ventanas unos niños flaquiiiiiitos como si tuvieran mucha hambre y ofrecen echar el cuento de lo que paso por esos lares hace muchos años, menos mal que iba yo en el asiento trasero porque por mi madre que el golpe que iba a llevar alguno lo recordaría por el resto de su vida… esos niñitos con sus cabellos amarillentos en la punta me daban miedo, parecían aborígenes australianos y hablaban raro, pero extrañamente yo les entendí todo el cuento, una vez subida la cuesta, se bajaban del carro y se les pagaba según lo que ellos decían “zúmbeme lo que me toca” una vez arriba y después de la diarrea verbal del los carajitos que hablaban más que radio prestado, pues no había mucho que ver que no estuviera en los catálogos de la isla, la laguna de los mártires que veía desde una de las ventanas de mi casa y la bahía completa de Juan Griego, ya eso era todo.

Mami se arriesgo un poco más y cruzamos la isla hacia Pampatar a ver los otros castillos, centros de tortura de los próceres nacionales, no sé si ahora, pero en aquella época los guías turísticos casi recreaban como fue que pario Luisa Cáceres de Arismendi en un calabozo, casi se olía la sangre del drama que le imprimían al relato. Seguimos hacia las demás plazas y monumentos, dimos una vuelta por Porlamar, que en esa época era como Las Vegas, todo era muy distinto a nuestro habitual Juan Griego, los infinitos bulevares Guevara y el Gómez. Las avenidas 4 de mayo y Santiago Mariño de punta a punta, en realidad comparado con ahora el recorrido era muy rápido, porque la 4 era un tercio de lo que es ahora! Y si todo eso en un día para la mañana siguiente ir a buscar a las muchachas, pero no contábamos con que ellas venían con otros planes.

Al recogerlas, Rocío puntualizo a donde quería ir primero, Porlamar, compras, o sea, mi eterna tortura, creo que desde allí comenzó mi cruz con mi familia respecto a las compras, recuerdo recorrer la 4 de mayo en la T con la S. Mariño como 50 veces en un ratico porque donde ahora es McDonald’s y toda esa zona era de tiendas muy trendy para la época y los precios variaban considerablemente, tengo aun tatuados en mi mente unos zapatos kicker’s rojos de gamuza con el precio en Bs. y en US$ y me preguntaba ¿por qué? Si, en esa época se podía usar la moneda que fuera en margarita, cero control de cambio, eso sí, allí tuve que aprenderme los números de cedula de mi Mamá, hermana y Mamaida porque para todo se requería factura.

Lo bueno fue que llegaron un viernes y se iban el domingo y asumía yo, que íbamos a la playa, bueno, una playa en la que me pudiera bañar sin congelarme o esperar hasta las 3 pm chamuscada bajo el sol para meterme…. En efecto, Rocío y Olga, mapa en mano consultaron con Mamá para replantear sus objetivos y concluyeron en que querían ir a una playa en Pampatar y la Cueva del Bufón! Alguien en el planeta ha escuchado eso, o que eso quede en Margarita? Pues yo no sabía! Si existe! Si queda en Margarita, pero como fuimos mil años antes que Irene fuera Gobernadora y no había señalizaciones solo quedaba preguntarle a los nativos a lo que siempre respondían: reito, reito… en Margarita siempre para todos lados siga recto y seguro llegas, de alguna manera…

Cuando nos bajamos en lo que se suponía era la cueva, había una casa con un cercado y ese inmenso rompeolas espectacular que nunca había visto waaaao fue la expresión colectiva, pero ese waaaao, siguió del guau guau arrrrrrrrrg de un perro pastor alemán que se nos abalanzo! casi muerde a Rocío, menos mal que Mamá y Mamaida no se habían bajado del carro, el susto más grande de la vida! Huimos de allí hacia la playa de pampatar que era tibia y con olas, no lo podía creer! Al fin olas, en JG no había olas tampoco…

Al día siguiente pedí quedarme con Olga mientras las demás se iban a Porlamar por mas compras y con Olguita sabía que era libertad absoluta! Pero como nunca puede faltar un toque de drama en un viaje colectivo nuestro, de regreso se fueron a caminar por Juan Griego donde Rocío se torció un tobillo y llego turuleta a casa, menos mal que al día siguiente se iban!! Pobrecita mi hermana, no se le dio la atención necesaria y aun sufre de dolores en ese tobillo jajaja!

Pero antes de irse como su vuelo era en la tarde nos quedaba una mañana de domingo vacía y que hicimos??? Llevarlas al Fortín de la tortura #3, el mismo show de los carajitos pseudoaustralianos, el mismo cuento de los mártires, y fue allí que entendí porque les entendía yo sola toda la historia y la demás no… fácil: yo hablo tan rápido como ellos, mi familia quedo sin entender nada y ya casi yo me aprendía de memoria la historia. Como quedaba tiempo y más corto era el viaje al aeropuerto por Porlamar, pues otra vez donde a los castillos de Santa Rosa y San Carlos, el olor a sangre y los guías córtame-las-venas.

De regreso a casa en Juan Griego, todo volvió a la normalidad, las tardes largas jugando ludo y cartas, Mamá y su terapia de arena caliente “porsia las moscas” y emprendimos el regreso a Guayana… esta vez con unos tesoros: mis kicker’s rojos y una chaqueta de motociclista a la que se le quitaban las mangas y quedaba como chaleco que jamás use en este calorón! Y el VW se echo a perder llegando a Palma Sola, donde quienes nos rescataron le dijeron a mi Mamá que si estaba loca de viajar una mujer sola con una niña y una anciana y ese cargamento que traíamos!

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